LADRAN, SANCHO, SEÑAL QUE CABALGAMOS 4 agosto, 2016 – Publicado en: ARTICULOS – Etiquetas:

«LADRAN, SANCHO, SEÑAL QUE CABALGAMOS»

Artículo publicado en la Revista de Estudios Tradicionales nº 2, Julio-Diciembre 2002.

 

La redacción de la «Rivista di Studi Tradizionali» nos ha gentilmente hecho partícipes de una Nota publicada en su N° 95 de Julio-Diciembre 2002, y que de algún modo nos concierne, al menos por el hecho de que la misma se ocupa de rectificar un comentario, difundido por medio de Internet, el cual arranca precisamente de la sola noticia de la aparición de nuestra publicación. Considerando el tenor de la reacción que ha provocado nuestra «entrada en escena», reacción que por lo demás no se ocupa en lo más mínimo de comentar de una u otra manera los contenidos del primer número de esta revista – y, diríamos, pour cause, visto que su autor ha decidido entrar en lid sin conocerlos siquiera -, nos ha vuelto a la mente la conocida expresión del Quijote con la que hemos titulado este breve escrito. Hemos juzgado oportuno detenernos pues en este caso «ejemplar» de partidismo, presentando la versión española de la citada Nota, que ofrecemos ya a la consideración de nuestros lectores. Uno de nuestros amables corresponsales nos comunica que uno de los numerosos «sitios» telemáticos – en ciertos casos inexplicablemente insolentes y a menudo muy superficiales – que pretenden tratar de cuestiones «tradicionales» y de las publicaciones que a ellas se refieren, se ha «amoscado» a causa de que en la Argentina ha salido a la luz el primer número de la Revista de Estudios Tradicionales, que vuelve a presentar, en español, el primer número de nuestra propia revista. Al mismo tiempo que felicitamos a la dirección y a los colaboradores de tal nueva Revista por su iniciativa, esperando que su actividad no se limite a este trabajo de traducción sino que con el tiempo se vaya enriqueciendo con estudios procedentes de sus propias reflexiones y meditaciones sobre los temas tradicionales, no podemos dejar de asombrarnos por la reacción irritada de alguien que, ocupándose de esparcir por doquier la expresión de su propio «sentir» «en tiempo real», como se dice hoy en día con una locución algo estrafalaria, salga a sostener mientras tanto que esta nueva publicación responde en cambio a una voluntad «de la revista italiana» de «extender su influencia sobre el continente latinoamericano» (ignorando sin más España, la cual podría resentirse por el descuido). Queremos tranquilizar pues con esta Nota al autor de tal infeliz observación (y a su desleal confidente argentino que, hallándose sobre el terreno, estaba en condiciones de informarse por su propia cuenta): la iniciativa de que se trata no nace de nosotros, que ya tenemos bastante de que ocuparnos con nuestro propio trabajo, sino de la buena voluntad de algunas personas, a quienes agradecemos su amabilidad, que, habiendo tenido la impresión – cada cual asume sus riesgos… – que nuestras observaciones sobre la obra de Guénon corresponden a veces mejor que otras al espíritu de ésta, han por consiguiente solicitado a nuestra dirección la autorización para traducirlas en su lengua. Que en alguna oportunidad estas observaciones puedan llegar a molestar a alguien, tal vez poco acostumbrado a verse contradicho, somos los primeros en admitirlo, pero se trata de algo que no podemos remediar: así como el «moderador» del «sitio» de que hablamos se considera autorizado a exponer las propias inmodestas… elucubraciones a todo el mundo, así nosotros tenemos el derecho de dejar exponer nuestras ideas a quienes las compartan; y no vemos porqué, en lo que nos atañe, debería hablarse de una voluntad de «extender nuestra influencia» a quienquiera, sin que volvamos las tornas a lo que no es sino una maligna e infundada insinuación; ¡cómo si después de todo se tratara de algo reprensible o ilegítimo! ¿O no será, acaso, que la voz de la «Rivista» pueda, a veces, llevar a alguno a pensar en cosas sobre las cuales al susodicho «moderador» no le haría gracia que se llamara la atención? Lo que expresamos es tan solo una sospecha que sus propias palabras nos han traído a la mente, pero lo que dice a continuación está encaminado a confirmar que se trata de una sospecha más bien justificada; en efecto, él agrega que «habría mucho que decir sobre [nuestra] revista»: nadie se lo prohibe, y mucho menos nosotros. El «moderador» ha encontrado, andando el tiempo, que el lenguaje de uno de nuestros colaboradores de vez en cuando es «alusivo», como si se tratara de una carencia de la cual deberíamos sentirnos culpables; de una semejante «alusividad» no vemos mejor ejemplo que sus propias palabras… Prosiguiendo con su discurso… totalitario, el «moderador» sostiene efectivamente que, después de la muerte de su fundador nuestra revista se habría transformado en un «bastión» de los estudios guenonianos y proclamado campeona de la ortodoxia. Aunque no tenemos una gran confianza en su conocimiento del italiano, que el «moderador» nos aduzca un solo ejemplo de cuanto va sosteniendo, y no podremos más que darle razón; en su defecto, nos hallaremos en la obligación de ver en sus propias aserciones la falta de que nos acusa. Notamos además que, en buena lógica, de su discurso parecería resultar que, antes de la muerte de que se habla, la «Rivista» no fuera tal baluarte, y también sobre esto quisiéramos que el «moderador» nos alegara algún ejemplo; ¡en efecto, de acuerdo con sus palabras, parecería que antes de esa desaparición la «Rivista di Studi Tradizionali» no se hubiera ocupado de esos estudios según un criterio procedente del espíritu de la obra de René Guénon! Para ajustarnos a sus propios términos, o bien la «Rivista» es «un bastión» (lo que simplemente quiere decir que desarrolla temas coherentes con la obra de Guénon) o bien no lo es, y de esto quienes deben juzgar son los lectores, a los que -se convendrá- las cosas siempre fueron dichas de nuestra parte sin fingimientos, tanto en el campo de las ideas como en el de los hechos. O tal vez, al «moderador» le vendría mejor que nuestra publicación se transformara en una más inocua sucursal de imprenta, tal como lo es, en el fondo, el «sitio» que él «modera» (y que en eso se asemeja a muchos otros), cuyos colaboradores dan la impresión de sentirse extrañamente orgullosos de este papel de correctores de pruebas al cual se han reducido, probablemente pensando que al descubrir los errores de imprenta en los escritos de los demás se pueda lograr vencer de una vez lo que ellos deben de vivir como una… competencia inoportuna. ¿Pero qué tienen que ver con el objetivo intelectual que propone la obra de René Guénon -les preguntamos- las «correcciones de deberes» en las que consiste la mayor parte de su «trabajo»? Estas palabras son quizá algo duras, pero, por una vez, el «moderador» reconocerá que ellas no son «alusivas»; por lo que se refiere al ejemplo, que ha aportado, del artículo de Balestrieri, que se jacta de haber demolido hace algún tiempo (desmentido en eso por su misma «audiencia»), si de veras lo desea podríamos ser igualmente directos, mas en tal caso no estaríamos en condiciones de tranquilizarlo sobre cuanto habría de lucirse frente a sus lectores. En lo que concierne, en fin, a la «serenidad» y a la «imparcialidad», que el mismo atribuye evidentemente a su «sitio» (?) negándolas a nuestra «Rivista», solo podemos invitarlo a reflexionar acerca del hecho que los estudios a los que tiene la pretensión de dedicarse, desdichadamente muy poco tienen que ver, en esta época atormentada, con… el humorismo

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